Estrés crónico y función tiroidea

27 jun 2019

Mujer apoyando su barbilla sobre una barrera, viendo hacia abajo
Mujer apoyando su barbilla sobre una barrera, viendo hacia abajo
Mujer apoyando su barbilla sobre una barrera, viendo hacia abajo

Hoy hace 2 años, el 28 junio del 2017, estaba en un avión, volando hacia Santiago de Chile, me mudaba definitivamente de mi país (Venezuela), dejaba atrás mi familia, mis amigos, todo lo que conocía y me convertía en emigrante.

Pensaba yo que me había preparado para todo o para la mayoría de las cosas que venían. Sabía que iba a ser difícil, pero nunca tan difícil.

Pasaban los días y estaba intentando manejar un nivel de estrés diario tan fuerte, que trataba de mitigarlo con las peores conductas de afrontamiento: satisfacciones inmediatas, esas que al principio te hacen sentir bien y te “relajan” pero después te pasan una factura impagable.

Luego de 6 meses con este ritmo de vida de locos, mi tiroides dijo “me harté, no me soporto más esta locura, sigue tu sola” en ese momento comencé a sentir unos síntomas peligrosamente familiares para mí: pérdida de cabello, tristeza de la nada y muy difícil de manejar, dolor en el cuerpo, cansancio a toda hora, sueño, fatiga y dispersión mental.

Me hice los análisis y ahí estaba, mi tiroides estaba trabajando a media marcha y no me podía estar enviando un mensaje más claro: “necesitas bajar las revoluciones y tomarte la migración con calma”

Para mí, en ese momento, lo único peor que afrontar el hipotiroidismo por primera vez, era afrontarlo por segundo vez.

Qué nivel de culpa y rabia sentí por no haberme cuidado, porque otra vez venía un proceso de recuperación eterno (así lo veía yo) que además tenía que asumir junto con la migración. 

Te cuento mi historia, porque quiero ejemplificarte cómo los altos niveles de estrés sostenidos en el tiempo, pueden hacer añicos tu salud y tirar por la borda todo tu trabajo, regresándote a la primera etapa de tu enfermedad y dejándote incluso peor que al principio.

El estrés crónico es uno de los principales enemigos de la función tiroidea y esto se debe principalmente a la liberación de glucocorticoides, especialmente del cortisol (la hormona del estrés)1

Te explico más, el estrés es esa respuesta fisiológica esperada que experimentamos cuando estamos ante un peligro inminente, nuestro cuerpo debe prepararse, pues su único objetivo en ese momento es mantenerte a salvo.

De esta manera se activa el Eje Hipotálamo - Hipófisis - Adrenal y comenzamos a producir la hormona ACTH y esta a su vez estimula la secreción del cortisol, hormona encargada de activar el organismo para la lucha o la huída, siendo responsable de todos los síntomas físicos que puedes sentir, como taquicardia, sudoración, inquietud, etc.1

Para poder cumplir con esta exigencia nuestro cuerpo se “desentiende” de todas las funciones que no sean necesarias en ese momento, estas irremediablemente quedarán en segundo plano y adivina ¿cuál es una de estas funciones?, así es, la función tiroidea, además del funcionamiento sexual (por esto con elevados niveles de estrés, la libido también disminuye)

Si este estado de estrés en lugar de ser puntual, se vuelve permanente y estamos sometidas a él por tiempo prolongado, nuestro organismo se sobrecarga, entra en tensión permanente y como es esperado la función tiroidea se verá alterada.

Esta alteración se debe a la acción de los glucocorticoides, los cuales no sólo disminuyen la secreción de T3 y T4 (las hormonas producidas por la tiroides), también inhiben la secreción de TSH (hormona que regula la acción de la T3 y T4) 2

De esta forma el estrés crónico puede ser un desencadenante y a la vez un factor agravante de la patología tiroidea.

El estrés crónico también afecta el sistema inmunitario, nuevamente por el efecto del cortisol, que actúa frenando o desbalanceando la respuesta inmunitaria, esto puede contribuir al desarrollo de enfermedades autoinmunes como la tiroiditis de Hashimoto (hipotiroidismo) o la enfermedad de Graves-Basedow (hipertiroidismo). 3

Como verás el estrés es un enemigo silencioso, pero si te conoces bien y tienes una buena comunicación con tu cuerpo sabrás identificarlo desde el primer síntoma. Sin embargo, debo hacer la acotación de que aquí hay algo que juega en nuestra contra y es la negación. 

Hace tiempo te hablaba sobre ser superwoman y te comentaba del daño que nos ha hecho creernos capaces de todo, dejar de lado el cansancio, el malestar, el insomnio, las ganas de llorar y simplemente seguir adelante con lo que venga, todos estas exigencias nos llevan justamente a negar nuestro malestar a no ver síntomas muy claros de que lo que estamos viviendo nos está afectando, en mi caso, cuando lo veo en retrospectiva está clarísimo, las señales estaban ahí, pero no las vi. 

Te preguntarás, ¿Cómo nos las viste? pues en casa de herrero cuchillo de palo, así como los médicos se enferman y a los mecánicos se les daña su auto, los psicólogos también negamos y nos enfermamos por estrés.

En conclusión, el mejor tratamiento para el estrés siempre será la prevención, conocerte, saber tus reacciones, si ves algo que te parece extraño pregúntate: ¿he sido así toda la vida o lo estoy haciendo últimamente?, seguramente la respuesta te dará pistas y comenzarás a trabajar para cambiar tus condiciones. Permítete momentos de pausa (de verdadera pausa), respira y conéctate siempre con tus zonas libres de conflicto. 

Y si te toca volver a comenzar, nunca estarás comenzando desde el mismo lugar, ya lo hiciste una vez, ya sabes cómo se hace, confía en tu proceso y multiplica las dosis de paciencia y amor propio, ¡nunca falla! 

Nos vemos la próxima semana